La
telenovela de éxito es, por regla general, el único lugar de este mundo
donde la Cenicienta se casa con el príncipe, la maldad es castigada y la
bondad recompensada, los ciegos recuperan la vista y los pobres
pobrísimos reciben herencias que los convierten en ricos riquísimos.
Esos culebrones, así llamados por su
longitud, crean espacios ilusorios donde las contradicciones sociales se
disuelven en lagrimas o en mieles. La fe religiosa te promete que
entraras al Paraíso después de la vida, pero cualquier ateo puede entrar
al culebrón después de las horas de trabajo. La otra
realidad, la de los personajes, sustituye la realidad de las personas,
mientras transcurre cada capítulo, y durante ese tiempo mágico la
televisión es el templo portátil que brinda evasión, redención y
salvación a las almas sin amparo. Alguien dijo, no se quien, alguna vez:
«Los pobres adoran el lujo. Sólo a los intelectuales les gusta ver
pobreza». Cualquier pobre, por muy pobre que sea, puede penetrar en los
escenarios suntuosos donde muchas telenovelas acontecen, y compartir
así, de igual a igual, los placeres de los ricos, y también sus
desventuras y lloranderías: una de las telenovelas latinoamericanas más
difundidas en el mundo entero, se llamo Los ricos también lloran.
Son frecuentes las intrigas millonarias. Durante semanas, meses, años o siglos, la teleplatea espera, mordiéndose las uñas, que la mucama joven y desdichada descubra que es hija natural del presidente de la empresa, triunfe sobre la niña rica y antipática y sea desposada por el señorito de la casa. EI largo calvario del amor abnegado de la pobrecita, que en secreto llora en el cuarto de servicio, se va mezclando con los enredos que transcurren en las canchas de tenis, en las fiestas con piscina, en las bolsas de valores y en las salas de directorio de las sociedades anónimas, donde otros personajes también sufren, y a veces matan, por el control de las acciones. Es la Cenicienta en los tiempos de la pasión neoliberal.
-Eduardo Galeano-
Son frecuentes las intrigas millonarias. Durante semanas, meses, años o siglos, la teleplatea espera, mordiéndose las uñas, que la mucama joven y desdichada descubra que es hija natural del presidente de la empresa, triunfe sobre la niña rica y antipática y sea desposada por el señorito de la casa. EI largo calvario del amor abnegado de la pobrecita, que en secreto llora en el cuarto de servicio, se va mezclando con los enredos que transcurren en las canchas de tenis, en las fiestas con piscina, en las bolsas de valores y en las salas de directorio de las sociedades anónimas, donde otros personajes también sufren, y a veces matan, por el control de las acciones. Es la Cenicienta en los tiempos de la pasión neoliberal.
-Eduardo Galeano-
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